Más allá del mole y el mezcal: Oaxaca se consolida como destino imperdible para un viaje cultural auténtico
Ubicado al suroeste de México, es un lugar de culturas ancestrales, paisajes impresionantes y una historia que se entrelaza en cada rincón. Esta tierra invita a los viajeros a vivir en una experiencia inolvidable, donde la tradición y la autenticidad se viven en cada momento.
Llegar a este fascinante destino desde la Ciudad de México (CDMX) es relativamente sencillo. La opción más rápida y cómoda es tomar un vuelo directo desde el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (MEX) al Aeropuerto Internacional de Oaxaca (OAX), con una duración de aproximadamente 1 hora y 15 minutos. Para aquellos que prefieren la aventura por carretera y la oportunidad de admirar los cambiantes paisajes mexicanos, los autobuses de lujo ofrecen un viaje de unas 6 a 7 horas.
Oaxaca: El Alma de México que Resuena en el Tiempo
Oaxaca es mucho más que sus famosos moles; es un estado con una riqueza histórica y cultural palpable en cada rincón. Su capital, Oaxaca de Juárez, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, cautiva con su arquitectura colonial, sus iglesias barrocas y sus vibrantes mercados. Pasear por sus calles empedradas es como viajar en el tiempo, descubriendo plazas llenas de vida y fachadas que cuentan historias.
Un dato curioso e histórico sobre Oaxaca es su profunda conexión con las culturas prehispánicas. Fue hogar de civilizaciones milenarias como los zapotecas y mixtecas, quienes dejaron un legado impresionante en sitios arqueológicos. El más emblemático es Monte Albán, una antigua ciudad zapoteca con sus pirámides, plazas y tumbas, que ofrece una ventana al pasado glorioso de la región y a la sofisticación de sus habitantes. Es un lugar donde la energía de civilizaciones antiguas aún se siente.
Además, Oaxaca es la principal entidad productora de papaya en México, con más de 270 mil toneladas, mostrando la riqueza de su tierra fértil. También destacan otros productos agrícolas como forrajes, maíz grano, caña de azúcar y limón. En el sector pecuario, la producción de carne de bovino y porcino es significativa, mientras que en las pesquerías sobresalen el camarón y el guachinango. Estos datos revelan la diversidad y el potencial productivo de este estado.
La Gastronomía Oaxaqueña: Un Vínculo con la Tradición
La gastronomía de Oaxaca es una de las más ricas y diversas de México, reconocida a nivel mundial. Y si hay un platillo que encarna su espíritu, es el mole. En Oaxaca, la vida se mide entre dos platos de mole; no es solo comida, es un ciclo vital que acompaña los eventos más trascendentales: nacimientos, bautizos, quince años, graduaciones, bodas y duelos. Cada ocasión tiene su propia receta, sus sabores asociados con sentimientos que forjan el carácter oaxaqueño.
La preparación del mole es un trabajo comunitario, un ritual que puede llevar hasta una semana y que se transmite de generación en generación, generalmente de forma oral. Las cocineras, madres y abuelas, son las guardianas de estas recetas ancestrales, legando el conocimiento con la práctica y manteniendo viva la tradición.
Aunque hoy lo asociamos indiscutiblemente con Oaxaca, el origen del mole es un fascinante acertijo histórico. Algunos lo rastrean hasta el convento de Santa Rosa en Puebla en el siglo XVII. Sin embargo, el primer registro documentado se remonta al siglo XVI en la Historia general de las cosas de la Nueva España de Fray Bernardino de Sahagún, quien menciona los "mullis", salsas prehispánicas de chiles y semillas con carne de guajolote, ofrecidas en ceremonias.
La cocina conventual durante la Colonia fue crucial para el desarrollo y popularización del mole. Las monjas, al perfeccionar las recetas con la adición de ingredientes europeos y asiáticos, transformaron los "mullis" prehispánicos en el complejo platillo que conocemos hoy. El mole es, en esencia, el resultado de un proceso multicultural extenso, una fusión de encuentros que han forjado un sabor inconfundible. A pesar de sus posibles orígenes en otras latitudes, en ningún otro lugar ha encontrado tanto arraigo como en Oaxaca.
Oaxaca no es solo un lugar para visitar; es un destino para sentir, para vivir la tradición a través de sus paisajes, su gente y sus expresiones culturales. Cada festividad, cada artesanía, cada conversación, es una invitación a sumergirse en una cultura que se mantiene viva, orgullosa de su herencia y de la esencia de su tierra.