Más allá de la postal: La fascinante historia de los molinos de Kinderdijk
Más allá de una simple postal, los 19 molinos de Kinderdijk son la prueba viviente de la lucha histórica de los Países Bajos contra el mar, una obra de ingeniería y un paisaje de ensueño declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Imagina una escena sacada de un cuadro: un paisaje plano, surcado por canales, y una hilera de majestuosos molinos de viento con sus aspas girando lentamente contra el cielo. Esto no es solo una fantasía, es la realidad de Kinderdijk, una concentración de 19 molinos del siglo XVIII que representa el icónico símbolo de la tenaz batalla holandesa contra el agua.
Construidos entre 1738 y 1740, estos molinos no eran atracciones turísticas, sino una sofisticada red de bombas de agua diseñadas para drenar la tierra y mantener a raya las constantes inundaciones.
Más allá de la foto: Un viaje por la historia y la ingeniería
A diferencia de otros lugares de molinos construidos para el turismo, Kinderdijk es un sitio histórico y un testimonio de la ingeniería. La labor de estos molinos fue crucial, moviendo el agua desde las tierras bajas, o "pólderes", a los canales más altos, salvando a la región de las devastadoras inundaciones que en el pasado costaron miles de vidas. Este sistema, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1997, sigue siendo una pieza vital en la gestión del agua del país.
Visitar Kinderdijk es sumergirse en esta historia. Además de pasear por sus senderos y admirar el impresionante paisaje, los visitantes pueden entrar en dos de los molinos-museo, Nederwaard Museum Mill y Blokweer Museum Mill. Aquí se puede ver cómo era la vida de los molineros y sus familias, y cómo este ingenioso sistema permitió a la gente vivir por debajo del nivel del mar. También hay exhibiciones sobre la gestión del agua y el cambio climático en la Estación de Bombeo de Wisboom, una moderna mirada al mismo desafío que enfrentaron los primeros molineros.
Cómo llegar y planificar tu experiencia
Ubicado cerca de Róterdam, Kinderdijk es fácilmente accesible. Desde esta ciudad, se puede llegar en coche, en transporte público (combinando tranvía y autobús), o incluso en bicicleta, una forma ideal de adentrarse por completo en el paisaje holandés.
Una vez allí, la entrada al recinto es gratuita, aunque para acceder a los museos y los paseos en barco se requiere un ticket de pago.
Aunque el recinto está abierto todo el año, el mejor momento para visitar Kinderdijk depende de lo que busques. Si quieres evitar multitudes, diciembre, mayo y octubre son buenas opciones. Si prefieres un ambiente festivo y un espectáculo único, la Illumination Week de septiembre, cuando los molinos se iluminan, es un evento imperdible.
En definitiva, Kinderdijk es una experiencia que va más allá del simple turismo. Es una oportunidad para conectar con la historia, la naturaleza y el ingenio humano que ha dado forma a uno de los paisajes más emblemáticos y resilientes del mundo.