Dubrovnik, ‘La pionera’: El ejemplo croata que enseña a Europa cómo recuperar el alma de una ciudad patrimonio
La "Perla del Adriático" ha llegado a tener hasta 25.000 visitantes agolpados en sus estrechas calles medievales en un solo día, una cifra insostenible para su pequeña área amurallada.
Dubrovnik, ubicada en la costa sur de Croacia, es un destino que trasciende la belleza costera. Conocida históricamente como la República de Ragusa, fue una astuta ciudad-estado comercial entre los siglos XIII y XVII, cuya riqueza y autonomía se cimentaron en su diplomacia y sus inexpugnables fortificaciones. Sus murallas de Dubrovnik, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1979, envuelven un casco antiguo (Stari Grad) donde el estilo gótico, renacentista y barroco se fusionan en la calle principal, el famoso Stradun.
Esta rica herencia cultural, sumada a su popularidad como locación de Game of Thrones (donde sirvió como Desembarco del Rey), disparó su atractivo turístico.
Sin embargo, el encanto de la ciudad amurallada se vio amenazado por su propio éxito: el turismo masivo (o overtourism). Las autoridades de la UNESCO llegaron a advertir en 2016 que las murallas de piedra podían ser eliminadas de la lista de Patrimonio de la Humanidad si no se controlaba la afluencia. La ciudad se enfrentaba a un dilema existencial: ¿ser una ciudad viva para sus residentes o un parque temático para los visitantes?
El plan "respeta la ciudad" y las medidas radicales
Ante la crisis de saturación, el alcalde Mato Franković lanzó un programa radical denominado "Respect the City" (Respeta la Ciudad). La filosofía central es simple pero audaz: preferir perder dinero antes que ser destruidos por el turismo.
Las medidas implementadas y planeadas buscan controlar el flujo, aumentar la calidad y proteger la integridad cultural:
Límite a los Megacruceros: La medida más impactante fue la de limitar drásticamente el número de barcos de crucero que atracan. En lugar de permitir hasta siete u ocho cruceros simultáneos que descargaban a miles de personas por unas pocas horas, Dubrovnik ahora permite un máximo de dos cruceros a la vez, asegurándose de que permanezcan al menos ocho horas. Esto regula la oleada de visitantes y favorece una experiencia más pausada.
Control de Acceso y Flujo: A partir de 2026, la ciudad implementará un sistema de reservas con cita previa para acceder a las Murallas de la Ciudad, una estrategia clave para evitar el hacinamiento. Además, la llegada de autobuses turísticos en la Puerta de Pile se ha regulado mediante horarios preasignados.
Prohibición y Recomendaciones de Comportamiento: Para combatir el ruido y el deterioro de las calles de piedra (principalmente el Stradun), la ciudad ha recomendado prescindir de las maletas con ruedas. Aunque no es una prohibición formal con multas (como se rumoreó inicialmente), es un fuerte llamado a la conciencia del viajero. También se han establecido multas para comportamientos indecentes, como caminar en traje de baño por el centro histórico.
De vuelta a casa: La lucha por el alma de Dubrovnik
El problema más profundo del turismo masivo es la desaparición de la vida local. Los alquileres a corto plazo expulsaron a los residentes, haciendo del casco antiguo una zona inhabitable. La medida más elogiada por los conservacionistas es la estrategia activa del municipio de adquirir casas dentro de las murallas para luego alquilarlas a precios simbólicos a familias jóvenes.
Al mismo tiempo, la administración está imponiendo un estricto control sobre el número de apartamentos turísticos en la Ciudad Vieja a partir de 2026, buscando revertir la tendencia demográfica. La meta no es solo proteger las piedras, sino que Dubrovnik siga siendo una ciudad viva y no solo un museo al aire libre.
El ejemplo de Dubrovnik es hoy un faro de la sostenibilidad turística en Europa, un modelo que otras ciudades (como Venecia o Ámsterdam) están observando para equilibrar la economía turística con la calidad de vida y la conservación del patrimonio.
Para el viajero, esto significa una experiencia más auténtica y menos saturada; para la ciudad, significa supervivencia. Si planea visitar este tesoro croata, recuerde: es una ciudad histórica, no un set de televisión, y su respeto es la clave para mantener viva a la antigua Ragusa.